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"el Guerrero de la luz jamás lucha con quien no merece la honra del combate"

sábado, 6 de junio de 2009

Primer ensayo.

Mi Primer Ensayo

“Currículo inserto en la realidad actual, en una era desechable”

Al hablar sobre currículum universitario, ¿Qué es lo primero que se nos viene a la mente?, la respuesta es sencilla, malla curricular; es decir un esquema de toda la conexión de asignaturas que es necesario aprobar para llegar a obtener un título profesional. Esta es un mirada básica para quien no domina éstas materias, pero en el caso de la formación de docentes universitarios, la perspectiva debería ser más amplia. Algunas definiciones cómo Johnson, quien plantea que es una serie estructurada de resultados buscados en el aprendizaje y otras cómo Porlan, quien expresa que es lo necesario a desarrollar en la práctica educativa bajo determinadas dimensiones didácticas (Sánchez, 2002) denotan las diferentes concepciones de currículum según la mirada de cada autor. Ahora bien, si se considera al currículum como un conjunto de asignaturas, esto implica que como docentes somos un simple dador de conocimientos; sin embargo, la labor persigue no sólo el aprendizaje de los estudiantes, sino que formar parte de toda la dimensión holística de éste. Por ello, el concepto de currículum, es mucho más amplio;  es lo que nos imprime un sello personal a cada uno, es lo que entregará -y debiera entregar- no sólo habilidades racionales para enfrentar problemas en los diversos campos profesionales, sino que también juicios para analizar situaciones públicas, para tener opinión y así poder llegar a ser participe de la sociedad en la que cada uno de nuestros estudiantes pertenecerá, ya que ellos serán los futuros protagonistas de ese mundo. En síntesis, el currículum debe entregar herramientas que duren toda la vida y en todo ámbito (Armengo y Castro, 2003-2004). No debemos olvidar que los profesionales no sólo deben ser competentes en sus saberes, sino que también en lo valórico (González, 2000). Pero ¿es posible enseñar valores en la formación universitaria?, ¿Es posible formar un profesional competente en lo valórico, en lo actitudinal?.

El debate entre ser o no ser competente, se orienta a que si nos enfocamos solamente en un currículo por competencias, estaríamos instrumentando nuestra racionalidad, sin reflexionar sobre la realidad, siendo meramente la educación una fábrica contextualizada en producir un producto útil. Algunos cómo Barnet opinan que no importa el tipo de competencia que sea, siempre serán habilidades y actitudes creadas por otros lo que nos hace menos originales (Aristimuño, 2004); sin embargo, debiera existir un equilibrio entre éstos nuevos enfoques y los antiguos, de manera de lograr una mezcla ecléctica que aportara riqueza e innovación a la educación, sin dejar de lado la reflexión y el análisis, herramientas fundamentales para la vida universitaria.

El currículum, hoy se ve influenciado por un mundo que cambia a pasos agigantados; cada día el capitalismo se apodera de nuestras decisiones, impregna a nuestros niños y sólo queda pensar en responder a la demanda cómo si la educación fuera una fábrica de producción, en la que mientras más rápido salgan y más producen, mejor. Sin embargo, ¿Este proceso inspirado en satisfacer a esta nueva sociedad será de una mejor calidad?, lo que nos lleva a preguntarnos ¿qué es calidad?, porque si calidad significa un profesional apto para desempeñarse en su labor profesional, pero con nulas competencias valóricas, sin empatía con los demás y sin conciencia, claramente estamos equivocados. Se presenta un problema frente a esto, porque ¿Cómo podemos entregar valores?, ¿Estamos todos los profesionales que hacemos clases capacitados humanamente para entregar valores?; son preguntas entonces que deberemos plantearnos si queremos formar profesionales humanamente competentes y profesionalmente competentes.

Al mismo tiempo me he dado cuenta que los jóvenes quieren procesos más rápidos, más fáciles, menos sacrificados; quizá explicado por un mayor acceso a las dimensiones virtuales del conocimiento, que facilitaron mucho la adquisición de la información, dando paso a la realización de trabajos con mucho menos esfuerzo que antes.  Sólo les interesa obtener un título y una renta llegando a un punto de exigir en calidad de clientes, con lo que muchas relaciones profesor- estudiante serán marcadas por este nuevo comportamiento  que creo, no irá en receso (Armega y Castro, 2003-2004).

El hecho de una formación universitaria, implica satisfacer no sólo las demandas de ellos mismos sino que también las de la sociedad, porque título implica éxito y estatus. Y ¿Quién quiere ser menos hoy en día?, pero ¿Acaso es menos el que no ingresa a la universidad y opta por una carrera técnica?. Para poder derribar éstos prejuicios, sería necesario hacer caer los muros de muchas personas; una tarea entonces que parece imposible, pero que podremos lograr con las generaciones futuras.

Ahora bien, ¿Quién moldea a quién? ¿Es acaso el mercado que va moldeando las profesiones? Ó ¿Son las profesiones que van moldeando el mercado?.  Para responder a éstas preguntas, debemos analizar nuestra cultura que se destaca por su poca originalidad, siempre “adaptando” o  más bien tomando ejemplos extranjeros para convertirlos en una solución criolla. Es el caso, de los modelos de educación superior, es probable que influenciados por los Estados Unidos se halla instaurado este modelo norteamericano marcado por la ética de Humboldt, pero con énfasis en el “saber útil”. Acaso ¿Existe el saber inútil? ¿Quién decide si un saber es útil o inútil? ¿ No es una manera desechable de ver las cosas?.

La respuesta a todas estas inquietudes está en enfrentar este sinnúmero de problemas formando redes dentro de cada facultad, que permitan analizar frecuentemente lo que sucede, pero cuando hablamos de analizar, quiere decir en profundidad, con miras hacia el futuro, con enfoque no sólo en aspectos técnicos, sino que aspectos valóricos, sociales, públicos, con un participación de docentes que no tengan miedo a decir las cosas, que tengan la capacidad de tolerar la opinión y que sean capaces de en toda la diversidad de ese grupo crear puentes nuevos que ayuden a los estudiantes a que ese currículum los inspire y motive no sólo durante su vida estudiantil sino que durante todo el transcurso de sus vidas.


Referencias bibliográficas

1.- Armega C, Castro D. (2003-2004) Análisis de los nuevos escenarios universitarios: reflexión previa a los procesos de cambio. Revista contextos educativos. Universidad Autónoma de Barcelona. Vol.: 6-7, pp.: 137-158.

2.-Aristimuño A. (2004) Las competencias en la educación superior. Demonio u oportunidad?. Departamento de educación, Universidad Católica de Uruguay. Extraído el 11 de Abril de 2009 desde http: // www.cedus.cl.

3.- Sánchez J. (2002) Integración curricular de las tecnologías de información y comunicación: conceptos e ideas. Departamento de las ciencias de la educación. Universidad de Chile. Extraído el 11 de abril del 2009 desde: http://www.c5.cl

4. - González V. (2000) La educación de valores en el currículum universitario. Un enfoque psicopedagógico para su estudio. Rev. Cubana Educ Med Sup. Vol: 14, pp: 74-